La picaresca, santo y seña del español, tiene un astuto contrincante en el ciudadano chino. Hace un par de días salía a la luz la noticia que informaba de una empresa que fabrica implantes de diferentes tamaños que hacen a las señoras ‘han’ que parezcan embarazadas. A Zhang la pillaron en el Metro de Pekín a causa del excesivo movimiento de su vientre, generando una estruendosa reprimenda de los que, parece ser, le habían cedido el asiento. Porque el fin de dicho juguetito-falsario es que las gentes crean a la estafadora embarazada cediéndoles sus asientos en los atestados trenes y autobuses. Y no debemos pasar por alto otro detalle clave: la fabricación del mismo fue tan penosa que a las primeras de cambio se convirtió en defectuoso, como tantas y tantas cosas, incluidos alimentos, con los que China dice va a dominar al mundo.
Debe saberse que la inmensa mayoría de los chinos no ceden el sitio a nadie. Empezando por los niños y siguiendo por los jóvenes que se lanzan a por los asientos como escuálidos sin almuerzo, creándose accidentes, choques y amenazas entre los pasajeros. Que da gusto ver la falta de valores y sensibilidad que cada segundo se da en cualquier estación de Metro de cualquier ciudad china, por mucho que contar las cosas tal y como acontecen molesten a los de las alianzas de civilizaciones.
Por eso creo que el invento no debe funcionar mucho. Y que Zhang, la pequinesa que fue pillada in fraganti, debió ser muchas más veces ignorada en su seudoembarazo que atendida. Para empezar deberían venderse, a la vez que las tripitas de plástico, cerebros humanos para que los mismos se percataran de quiénes sí y quiénes no tienen preferencia en tomar asiento. Porque repito: en China hay más estudiantes y empleados de menos de treinta años sentados en metros y autobuses que ancianos o embarazadas, ya sean de verdad o de mentira.
Aunque el quid de la cuestión radica en Zhang, la timadora pequinesa, que ha interpuesto una demanda contra la empresa que fabrica implantes por publicidad engañosa. Que esa es la esencia del chino: timar a sabiendas y pedir daños y perjuicios aunque ellos sean los timadores. Sacar algo de provecho, de ventaja, al precio que sea, haciéndose pasar una por embarazada o si es necesario por cadáver. O siendo atropellados por una moto y esperando, con la tibia al aire y la sangre brotando, a culpar de todo al primero que se atreva a ayudarte.
La empresa que vende tales artefactos los tiene de todo tipo: para recién embarazadas, para encintas a punto de parir, y hasta con capacidad para trillizos y cuatrillizos. Lo que me llama la atención es la chulería de parte del pueblo chino, que a sabiendas de las restricciones en el número de herederos, se atrevan, por intentar ir sentadas en el Metro, a que la policía del PCCh las detenga y les obliguen a abortar un trozo de plástico. Embarazos psicológicos, como las gatas recién operadas.
